El Pilcomayo y el mapa de la polución minera
Entre julio y agosto,
el río Pilcomayo fue objeto de preocupación por la ruptura de un dique
de colas de una empresa minera que opera en sus cercanías. Vientos
agoreros soplaron en el departamento de Potosí, sobre todo por las
advertencias de contaminación, lo cual tuvo eco inclusive en Argentina y
Paraguay, hasta donde fluye el cauce. Las autoridades negaron que el
daño llegó al depósito hídrico. Pero el tema de la polución minera
volvió a la mesa de discusión.
Informe La Razón presenta en esta edición una investigación sobre este
tema y muestra que el Pilcomayo es un lunar en el mapa de la polución
minera que involucra a otros 15 ríos del país y un lago, según datos del
Gobierno. Una visita a poblaciones de los urus murato de Oruro, en las
orillas de los lagos Poopó y Uru Uru muestra los impactos social y
económico de esta problemática, por la cual los originarios parecen
estar condenados a dejar la actividad pesquera por la emigración y la
lenta desaparición de peces, y tampoco pueden apoyarse en la agricultura
por la salinización de las tierras. Unas 90 comunidades padecen los
efectos nocivos de la minería.
Las averiguaciones del Banco Mundial advierten igual sobre el peligro
que ronda a 11 cuencas hídricas donde las operadoras del rubro, sean
privadas o cooperativas, realizan sus labores, lo que inclusive pone en
riesgo a 21 fuentes de agua potable. El Estado tiene el desafío de poner
coto a esta situación en la que impera la informalidad; para muestra un
botón: lo sucedido en el Pilcomayo desnudó que la ilegalidad reina en
el trabajo de las empresas mineras locales por la falta de licencias
ambientales. Y Bolivia merece cuidar su riqueza hídrica, al ser un país
que ocupa el puesto 19 entre los que tienen mayores reservas de agua
dulce en el planeta.
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