miércoles, 20 de agosto de 2014

Entre ceja y ceja

Radiografía del votante populista

Ricardo Paz Ballivián


Ricardo Paz Ballivián
¿Cómo votan los ciudadanos de las laderas de La Paz, del tercer anillo para afuera de Santa Cruz, de las barriadas de Cochabamba, Oruro o Potosí, "del otro lado del río” en Tarija? ¿Cuáles son los mecanismos que se ponen en funcionamiento a la hora de votar? ¿Qué saben los líderes populistas que los demás ignoran para acceder a esta clientela política? ¿Es capaz la sociología de explicar este proceso de conducta social? ¿Es posible descifrar los códigos culturales que subyacen en la profundidad de este proceso?
Son algunas de las preguntas que los jefes de campaña electoral se hacen cada vez que las elecciones obligan a los partidos políticos a aguzar el ingenio en la caza de votos que sobreviene en cada contienda electoral. Para algunos se trata de un verdadero misterio, mientras la mayoría, acostumbrados a la receta extranjera o al consultor internacional, yerran olímpicamente en las estrategias y predicciones.
El votante populista boliviano tipo es mayoritariamente de sexo femenino (70%), tiene entre 25 y 40 años, es mestizo de la "clase morena”, su ingreso promedio no llega  a los 400 dólares anuales, vive en los suburbios urbanos, desempeña empleos temporales mal remunerados, no tiene acceso a la seguridad social, es apenas alfabeto y está mal alimentado.
Prácticamente no lee libros, periódicos ni  revistas, escucha radio ocho horas y ve televisión un promedio de cuatro horas al día. Se emborracha al menos una vez a la semana y soporta o propina golpizas intrafamiliares tres veces al mes. Participa dos o tres veces al año de festividades religioso-culturales y concurre con frecuencia a las reuniones barriales donde se tratan problemas comunes.
En general, el votante populista no cree que su situación vaya a mejorar a corto plazo, pero al mismo tiempo piensa que sus hijos tendrán mejor suerte y posibilidades de acceder a niveles superiores, sobre todo en educación. Sus aspiraciones son modestas y tiene una visión fatalista de la vida.
El votante populista no elige a una persona igualmente limitada o con fuertes carencias, como él, sino más bien a alguien exitoso y que, en lo posible, represente una imagen realizable de sus aspiraciones. Para decirlo de otra manera, el votante populista no vota por alguien que representa lo que actualmente es él, sino por lo que quisieran sean sus hijos en el futuro. Los votantes populistas tienen un pragmatismo notable y una conducta gregaria muy inclinada a preferir las opciones viables y con la posibilidad cierta de llegar al poder.
La búsqueda del "mesías político” es una constante en el votante populista. Se trata del ansia de la liberación y de la superación, o sea un objetivo practiquísimo, que en muchos casos es el único que se presenta como factible ante los ojos del votante populista. Difícilmente un personaje que no represente ese papel (mesías político) puede interpelar al público populista.
El intercambio de obsequios por votos, típicos de las campañas populistas, no significa que los candidatos con mayor capacidad dadivosa tengan necesariamente ventaja sobre los demás. El votante populista recibe de todos, pero sólo devuelve (en votos) a quien ha honrado con un parentesco espiritual. Esto último se produce luego de acercamientos sucesivos y la generación de una confianza que se parece mucho a la lealtad y muy poco a la complicidad.
Ningún sector social es más susceptible de convertirse al autoritarismo que el que contiene al votante populista. La desesperada situación en la que vive lo convierte en el sujeto potencial de cualquier planteamiento de esa naturaleza. Para la solución de su apremio poco le importan las formas y los modales.
Finalmente, no siempre el votante populista permanece anclado a una opción política, ya que producto de la movilidad socia suele migrar hacia alternativas sistemáticas, conservando, sin embargo, muchas de las conductas adquiridas en su condición anterior. De allí que prácticamente todos los partidos políticos se ven en la necesidad de practicar actitudes populistas para poder ganar las elecciones.


Ricardo Paz Ballivián es presidente ejecutivo del Centro Boliviano de Gerencia Política

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