martes, 25 de noviembre de 2014

Cisterna

LA PALABRA ENCARNADA

Control de alimentos en locales públicos

•  Jorge Lazzo Valera


El control de la comercialización de alimentos en los sitios y locales públicos es nulo y eso permite que los propietarios de algunos establecimientos reutilicen los aceites para freír las carnes y hasta recalentar productos que quedan de día anterior, con los consiguientes riesgos que eso supone para los comensales.

Este tema no es nuevo y al contrario se vuelve frecuente, justamente por la falta de control y seguimiento que realizan las autoridades municipales y también del sector de salud que deliberadamente ignoran esa vigilancia y se limitan sólo a visitar locales de expendio de bebidas alcohólicas y centros de diversión, dejando librada a su suerte a la población que asiste a restaurantes, pensiones, patios de comida y otros locales que se incrementan en número por la proximidad de las fiestas de fin de año y el Carnaval.

La venta de los alimentos se ha convertido en una rutina y no hay control, permitiendo que el manipuleo se realice en condiciones antihigiénicas y se ofrezcan productos sin el efectivo control y de mala calidad, donde tampoco cuentan con servicios higiénicos adecuados, lo que en muchos casos obliga a las personas a cumplir sus necesidades fisiológicas en la calle y en la puerta del mismo local a plena luz del día y vista de los peatones.

Esa urgente necesidad no ha podido ser satisfecha desde hacen varios años por los propietarios de los locales de venta de pollos en particular, como ejemplo, donde los comensales tienen que servirse los alimentos con la mano y no encuentran un baño donde lavarse y mucho menos un jabón ni alcohol en gel que les permita un consumo más higiénico.

El control de la calidad de los alimentos, su duración y hasta la forma de presentación es una obligación de las autoridades municipales, al igual que las condiciones de venta de estos productos que deben ser supervisados por los técnicos del Servicio Departamental de Salud, del área de inocuidad alimentaria, que por lo general se limitan a otorgar las fichas de control sanitario dejando a criterio del propietario el cumplimiento de la norma y el control que debería realizarse también de los productos enlatados que utilizan para la elaboración de jugos, que casi siempre tienen fecha vencida.

Oruro se ha convertido en una ciudad de riesgo, por la venta, comercialización y manipuleo de alimentos, a lo que se suma la escasa vigilancia epidemiológica para evitar la presencia de enfermedades virales que se puede dar por la existencia de sistemas de alcantarillados obsoletos, elevada concentración de canes vagabundos y hasta la falta de limpieza y de higiene en los sitios de venta de comida en diferentes partes de la ciudad que abarca desde los locales y hasta los centros de abasto.

La Alcaldía Municipal por ejemplo no cuenta con un vehículo frigorífico para transportar la carne de res desde los sitios donde se realiza el faeneo y mucho menos los comerciantes dedicados a ese negocio que utilizan un camión adaptado para trasladar la carne hasta los principales centros de abasto, además camionetas y hasta las maleteras de automóviles de servicio público.

A todo eso se suma la actitud cómoda de los propietarios de locales de venta de alimentos que a determinada hora de la noche y cuando están a punto de cerrar sus establecimientos, permiten que sus funcionarios echen sus aguas servidas a la calle, así como en las alcantarillas, dejando olores fétidos y las vías con grasa, resultado de los productos que usan para la elaborar sus productos.

Esa actitud es frecuente y ninguna autoridad municipal ha podido controlar, más aún si son los propios carros basureros que se estacionan en las puertas de los locales de venta de comida para recoger sus desperdicios y en otros casos los encargados dejan en las esquinas la basura donde los canes vagabundos hacen de las suyas para encontrar alimentos.

La preocupación de los vecinos se justifica, cuando demandan que la empresa local de aseo coloque contenedores en distintas zonas de la ciudad, esto con la finalidad de acostumbrar y educar a la población a dejar la basura en esos colectores y no tirada en las calles, en las esquinas, donde se generan peligrosos focos de infección.

Para evitar que los propietarios de locales públicos echen sus aguas servidas a la calle, el municipio debe contar con una cisterna recolectora de productos y desechos orgánicos, como única forma de controlar la limpieza y aseo de la capital, así como la recolección de residuos hospitalarios que debe efectuarse de acuerdo a normas y protocolos existentes.

Ojalá los servicios de venta de alimentos sean controlados y se aplique normas de seguridad para cuidar la salud de la población que acude a esos sitios, donde no siempre la comida es garantizada.

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