viernes, 19 de diciembre de 2014

a que trasladar alas principales instituciones del centro de la ciudad

Desorden y especulación


Un periodo realmente caótico propio de la celebración de Navidad y el crecimiento de un comercio de temporada que se instala en toda la ciudad, no solo en la feria de los mercados o la otra vez autorizada en la avenida 6 de Agosto sino en toda la ciudad con los comerciantes informales.

La ciudad en su parte central se ha convertido en un gran mercado, donde se expone y se vende de todo desde baratijas, golosinas variadas, comida casera y una infinidad de productos ofertados al paso especialmente en el sector más concurrido del casco viejo, donde además confluye la mayoría de vehículos de servicio público, produciendo un gigante embotellamiento, que altera el tráfico vehicular y la circulación de personas, hasta llegar a la desesperación como lo expresan algunos vecinos de la conflictiva zona.

Este problema de temporada, aunque con inusitada frecuencia repetitiva en nuestro medio por diferentes celebraciones, no solo altera los nervios de las personas, también genera problemas paralelos que las autoridades deben solucionar en cuestión de horas para dejar la ciudad medianamente limpia. Es justamente la acumulación de basura debido en parte a la indisciplina ciudadana, a la falta de basureros y a la enorme circulación de gente que compra, consume y bota los envases en la vía pública.

La otra parte del crecimiento de este comercio irregular tiene que ver con la comodidad de vender directamente en la calle, directamente al consumidor, pero con ventaja especial para los vendedores informales que con solo pagar un derecho de puesto, venden lo que quieren y no pagan impuestos, pero ensucian la ciudad, alteran el tránsito de personas obligadas a competir en las calzadas con las movilidades, porque el comercio informal está muy bien situado a lo largo y ancho de la mayoría de aceras.

Como si no fuera suficiente lo que mencionamos y que se observa diariamente el mismo comercio informal, pero también los comerciantes de puestos en los mercados, aparte los friales, vendedores de carne, verduras y frutas, le ponen sobreprecio a sus productos, aunque sin decirlo pero sacando su aguinaldo por cuenta directa, resultando el comprador, ciudadano común, el que de manera indirecta costea ese derecho social de los comerciantes.

Las amas de casa son las que experimentan en estos días esa alteración de precios, pues según señalan todo en absoluto tiene otro valor y no hay ninguna autoridad que frene tal especulación, un proceso que va aparejado al comercio de temporada y que por lo visto se prolongará hasta los primeros días del mes próximo, cuando finalicen las ferias y termine la costumbre de los regalos.

Este problema, como mencionamos líneas arriba, se repetirá en cuestión de pocos días, pues en febrero la celebración carnavalera dará lugar a otro movimiento ferial con los productos propios de esa celebración, aunque su ubicación crecerá en los mercados, pero la informalidad comercial seguirá siendo parte de las aceras en la zona central la más caótica de la ciudad.

Ante el clamor ciudadano para evitar tanta molestia e inseguridad para las personas las autoridades del municipio, particularmente, deberían regular este movimiento comercial, además de controlar precios en defensa de la economía popular, aunque en el mismo contexto de arbitrariedades hay que reconocer que la autorización de puestos callejeros, puede ser negocio rentable para las arcas municipales. Entonces ¿quién salva a la gente de a pie?

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